La Luna, Marte y, abajo, Pedroñeras (con el silo como edificio visible; era viernes)
El pasado 27 de julio de este 2018 (que vuela más que corre), se pudo ver en gran parte de nuestro planeta Tierra (al que Pedroñeras pertenece por derecho propio siendo consumada capital de un producto básico como lo es el ajo) se pudo ver (decíamos) un eclipse de Luna, de la nuestra, de ese satélite que nos acompaña cada noche y al que no le solemos hacer ni caso. Era el eclipse más prolongado de lo que llevamos de siglo XXI (que en eso de correr tampoco se queda manco, o cojo, mejor sea dicho). En fin, la cosa se anunció a bombo y platillo: había que verlo sí o también.A la hora señalada, la Luna estaba llenetica y poco a poco iba a cobrar un tono rojizo, terroso, como de almagre, una Luna de sangre (decían). Bueno, no sé si de sangre sangre, al menos a simple vista, pero sí que tenía un color amarronado tirando a rojizo, como digo, y así salió en las fotos.